Muchas personas jamás han compartido con sus vecinos, otras en cambio se amoldan a sus barrios y participan, no sólo pagando cuotas sino que en talleres, limpiando la calle y en actitudes dignas de elogio pues no todo ser humano está dispuesto a poner de su tiempo y recursos para con su barrio y vecinos.
Chile tiene una ley denominada de Juntas de Vecinos; el espíritu de esta ley, no es sólo que se hagan socios y cancelen cuotas, esto va más allá pues trata de establecer un sistema de mancomunidad entre las autoridades y los dirigentes que representan a todo el barrio y especialmente que exista un orden en cada población que abarque tanto a socios como a vecinos.
Lo anterior indica que no hay que esperar catástrofes para ver la solidaridad de los vecinos, si no que también en los casos de mejoría de la infraestructura y convivencia en las poblaciones del país, además no se debe malentender la labor del dirigente en cuanto a azuzar a la población a cometer desmanes o actuar fuera de la ley, a inmiscuirse en política o religión o representar a algún gremio, la labor dirigencial no es transversal, si no que dice relación exclusiva con los problemas cotidianos de su población referidos a infrestructura, convivencia, incumplimiento de ordenanzas y que la ley señala como de competencia de las juntas de vecinos; verbigracia: si represento a un barrio, mi norte son los problemas del barrio y no tienen que ver con él la lucha de un gremio por mejores salarios o apoyar a una minoría étnica y prestar recursos vecinales para ello.
La delincuencia, la falta de espacios recreativos y la ingente violencia con que la sociedad está actuando hacen imprescindible un cambio de legislación; realmente tener una ley que regule la vida en los barrios, con un sistema de justicia que permita a quien sea víctima de malas prácticas de su vecino poder defenderse y sancionarlo, una justicia vecinal; además no es posible que las autoridades que nos gobiernen no hayan pasado por ser dirigentes vecinales, incluso hay funcionarios públicos que jamás han aportado nada a sus barrios y ahora se dedican al "servicio público", generándose una sociedad como la actual, más preocupada de la farándula y temas nimos que de modernizar con ética e ideas innovadoras las distintas barriadas del país.
Así, no es conveniente que el vecino que tenga más desarrollado el "don de la palabra" sea dirigente, si no aquel que cumpla con cualidades profesionales y morales para dedicarse a esta labor que, bien realizada y fiscalizada, realmente es un aporte a la vida en sociedad de las naciones.
Chile tiene una ley denominada de Juntas de Vecinos; el espíritu de esta ley, no es sólo que se hagan socios y cancelen cuotas, esto va más allá pues trata de establecer un sistema de mancomunidad entre las autoridades y los dirigentes que representan a todo el barrio y especialmente que exista un orden en cada población que abarque tanto a socios como a vecinos.
Lo anterior indica que no hay que esperar catástrofes para ver la solidaridad de los vecinos, si no que también en los casos de mejoría de la infraestructura y convivencia en las poblaciones del país, además no se debe malentender la labor del dirigente en cuanto a azuzar a la población a cometer desmanes o actuar fuera de la ley, a inmiscuirse en política o religión o representar a algún gremio, la labor dirigencial no es transversal, si no que dice relación exclusiva con los problemas cotidianos de su población referidos a infrestructura, convivencia, incumplimiento de ordenanzas y que la ley señala como de competencia de las juntas de vecinos; verbigracia: si represento a un barrio, mi norte son los problemas del barrio y no tienen que ver con él la lucha de un gremio por mejores salarios o apoyar a una minoría étnica y prestar recursos vecinales para ello.
La delincuencia, la falta de espacios recreativos y la ingente violencia con que la sociedad está actuando hacen imprescindible un cambio de legislación; realmente tener una ley que regule la vida en los barrios, con un sistema de justicia que permita a quien sea víctima de malas prácticas de su vecino poder defenderse y sancionarlo, una justicia vecinal; además no es posible que las autoridades que nos gobiernen no hayan pasado por ser dirigentes vecinales, incluso hay funcionarios públicos que jamás han aportado nada a sus barrios y ahora se dedican al "servicio público", generándose una sociedad como la actual, más preocupada de la farándula y temas nimos que de modernizar con ética e ideas innovadoras las distintas barriadas del país.
Así, no es conveniente que el vecino que tenga más desarrollado el "don de la palabra" sea dirigente, si no aquel que cumpla con cualidades profesionales y morales para dedicarse a esta labor que, bien realizada y fiscalizada, realmente es un aporte a la vida en sociedad de las naciones.
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